lunes, 21 de noviembre de 2011







La poética de Apanteos 14 de mayo de 2004
Erick Rivera cultura@laprensa.com.sv


Dani Balmore, recluso del penal, leyó los poemas escritos por él mismo.

Un recluso declama uno de los poemas de Dani Balmore durante la lectura poética que se dio en el penal de Apanteos.

El Encuentro Internacional de Poetas llevó la magia de la palabra al penal de Apanteos. Allí, los reclusos disfrutaron de los versos, pero también ofrecieron los suyos y una pequeña dramatización.

Poeta salvatrucho

Dani Balmore tiene 29 años y es recluso del penal de máxima seguridad de Apanteos, en Santa Ana. Llama a la escritura, a esa facultad que ha encontrado en sí mismo de versador, “el elixir de su vida”. “Uno a veces no es comprendido. Uno necesita oportunidades”, señala Dani ante el público que escuchó sus poemas el martes.

Su rostro es pensativo; en todo momento mantiene un perfil bajo. No hay tatuajes a simple vista y sólo algunas huellas en su vestimenta pueden identificarlo con las maras, motivo por el cual está en la cárcel. Poeta de alma, muestra algunos de sus textos. “Pandillero gánster” llama la atención. En éste, una crítica al trato “que esta sociedad le da a los jóvenes pandilleros”, es el mensaje principal:“Porque en este mundo de dudas/el joven hace siempre la lucha/por él y por la mara Salvatrucha”, resuena la voz del poeta, y su público, cabezas rapadas los más, hacen gesto de orgullo al identificarse.

El bien que hacen los libros

Edson Zachary, un joven que parece llevar la batuta en comunicación y organización de las actividades entre la comunidad presidiaria, se dice lector por afición. “Ahorita estoy leyendo un libro de vampiros; me gusta mucho leer”, asegura.

Él es además quien mantiene “una pequeña biblioteca en el centro penal”, que la coordina, junto a otras actividades, con el Consejo Nacional de Seguridad Pública. Sin embargo, dice necesitar ayuda. “Tengo los libros a veces en la cama, tirados; hace falta ayuda para la estructura de la biblioteca”, añade frente a los escritores invitados al penal.

Lo de Edson es más que literatura, pues coordina, junto a otros, talleres en el recinto 10 de Apanteos, “el del fondo”En estos proyectos también se necesita más colaboración de parte de las instituciones, “incluso de CONCULTURA”, señala. Pero quizá su gusto por las letras lo hacen solicitar más para el bien de la biblioteca.

Entre barrotes, alambre de púas, deseos truncados, risas de algunos hombres-niños... Así, los presos del penal de Apanteos, jóvenes los más, pudieron escuchar a tres de los poetas invitados al Encuentro Internacional de Poetas “El turno del ofendido”.

Pero de estos cantores, en la mesa adornada con flores de tela, hay uno que no podrá salir del penal al terminar la jornada. Su nombre, Dani Balmore, un joven recluso de este centro de máxima seguridad.

“Escribo porque para mí escribir es como un elixir en mi vida”, dice Dani Balmore, el poeta. Confiesa además que llegó a las letras “gracias a Roque Dalton”, escritor a quien está dedicado el encuentro literario por coincidir con sus fechas de nacimiento (14 de mayo de 1935) y de muerte (10 de mayo de 1975).

Confesiones

Saúl Ibargoyen, poeta uruguayo invitado al encuentro, luce atento. Los rostros que escrutan a los poetas también afinan el oído. Entonces, en el momento de las preguntas, alguien cuestiona: “¿cómo llegar a las letras?, ¿cuándo se descubre la vocación?”

“Es un acto individual, es difícil explicar cómo porque hay cosas que uno no entiende”, relata con tono cansado el suramericano.

Luego, el turno de Óscar Acosta: “Yo tuve suerte porque tuve cierto parentesco con un ex presidente. Eso me ayudó incluso en mi estudio en el exterior; sin embargo, la vocación hay que trabajarla mucho”.

Los jóvenes, algunos adornados con las más extrañas figuras en sus cuerpos, escuchan atentos a estos “hombres mayores”, y el silencio es como el respeto, oportuno.

Nicole Cage Florentiny, poetisa invitada al encuentro y originaria de Martinica, y quien ofrece sus versos en francés y en creole (las dos lenguas oficiales de la isla), se une a las voces que explican por qué escribir: “Yo le canto a las flores, a la vida a todo... Es algo individual y sin explicación”.

Edson Zachary es quien lleva voz de mando. “Y yo, siempre hablando y hablando”, indica, entre las risas de sus compañeros, antes de agradecer y hablar de algunos problemas con la sociedad. “Nosotros no necesitamos manos duras, necesitamos trabajo, ideas para que nos ayuden”, dice el joven recluso. El grupo Ópera, formado por otros presos que también buscan caminos mejores, es un espejo de las palabras de Zachary.

Un pequeño drama se ofrece a los expectantes. En él, algunos jóvenes son atrapados por la Policía por el hecho de “parecer mareros”; luego son puestos frente a las cámaras y declarados culpables por los medios de comunicación antes de ser juzgados en verdad.

“Esto es algo que pasa todos los días”, añade Zachary, quien pasa a ser narrador del drama. En el epílogo de esta jornada, los agradecimientos sobran. Los aplausos son para los poetas; pero éstos, con cierta humildad, comparten las gracias entre todos.