domingo, 25 de marzo de 2012

Cosechando la paz sobre sangre.

Una reflexión de:Susan Cruz, 24 de marzo, 2012.

No es la primera vez que en El Salvador se cosecha la paz sobre sangre derramada. Hace 20 años el país abarco el dialogo y se firmaron los acuerdos de paz. Mucho ha pasado desde ese día en Chapultepec, pero lo que si no ha cambiado es la urgente necesidad de brindarles oportunidades a la niñez y juventud Salvadoreña para que crezcan en un país donde se practica la paz y la justicia. Según estadísticas del gobierno, la mitad de la población es menor de edad y de estos el 25% son adolescentes. Muchos se encuentran con pocas opciones de subsistir en un país sobrepoblado y que por falta de oportunidades en el país depende de remesas del exterior. La migración forzada hacia el norte, igual a la que sucedió durante la guerra civil, se ha convertido en un rito de pasaje para muchos jóvenes sin opciones y sin futuro. No hay ni paz, ni unión, ni libertad para muchos niños y jóvenes dentro y fuera del país.
¿Pero por qué mencionar esto en vista de las noticias que las pandillas ha decretado un cese de hostilidades? Es de suma importancia mencionarlo pues aunque las pandillas cesen su violencia, interna y externa, la sociedad Salvadoreña y sus instituciones todavía no ponen en práctica como van a garantizar una calidad de vida digna para la niñez y la juventud. Si bien algunos pandilleros buscaron oportunidades para subsistir dentro de las pandillas, ahora les quedo claro que esas oportunidades tienen un precio. Las pandillas llenan los vacíos de la sociedad a un alto costo.
Al igual cuando termino la guerra civil en 1992, las preguntas deberían ser: ¿Como se van a llenar esos vacíos para que los jóvenes no acudan a las pandillas? ¿Que pasara con todos los desmovilizados (sean pandilleros “calmados” o “retirados”)? ¿Que pasara con todo joven que vive en las zonas marginales y no tiene oportunidades para mejorar su calidad de vida? ¿Que pasara con los niños que quedaron atrás cuando su madre o padre se fueron al norte? ¿Que pasara con los deportados? ¿Quienes serán responsables de (y confiables) de reportar sobre la transparencia, los sucesos y retos de todos estos procesos y de los que los desempeñan? ¿Quienes se harán cargo de asegurar justicia para todos?
Hasta los mismos pandilleros han advertido que ellos están limitados en erradicar totalmente la violencia en El Salvador mientras exista la desigualdad, falta de oportunidades y la cultura de violencia que existe desde mucho antes que las pandillas se consideraran el “enemigo publico numero uno”. Bien pueden las pandillas cesar su violencia, pero esto abrirá otros vacíos para que otros grupos los llenen. No podemos ignorar esta advertencia. Muchos paisanos dicen que “muerto el perro se acaba la rabia” pero no es así. Si la violencia se compara a la rabia, con matar a los que cometen actos de violencia no es erradicarla. Como cualquier epidemia, la conducta violenta es contagiosa y debemos aceptar que el contagio empieza en casa cuando los niños son testigos de violencia intra-familiar. Los pandilleros tienen razón al recordarnos que ellos no pueden parar toda la violencia. También no seamos ignorantes de nuestra historia. Todavía no hay justicia para Monseñor Romero, el poeta Roque Dalton y muchos otros actos de violencia no perpetrados por pandilleros. La paz y la justicia es responsabilidad de todos, y para eso no hay espacio para criticas destructivas ni mas incitación a violencia como los que piden que se quemen todos los pandilleros como lo hacen en Honduras. La paz no se logra con más violencia. A todos nos toca una parte: padres, madres, hijos, hermanos, en fin, todo Salvadoreño es responsable de cesar la violencia.
Habrá muchos retos. Solo basta con leer y escuchar comentarios de civiles Salvadoreños para darse cuenta que la violencia no solo es de los pandilleros, si no de civiles también. Tan atrincherada esta la cultura de violencia en El Salvador que su historia (i.e., La Gran Matanza de 1932, las masacres del Rio Sumpul y El Mozote en los’80s) esta teñida de sangre. Empezando en los hogares, nos falta mucho trabajo para lograr la cultura de paz y resolver nuestros conflictos sin violencia. Habrá los que con sabotaje y cizaña querrán mantener la cultura de la violencia, sea por que es rentable para sus agendas políticas y económicas. Esto incluye personajes y organizaciones nacionales y extranjeras, públicas y privadas, legitimas e ilegitimas. Habrá muchos que usaran y abusaran su poder para prevenir que el proceso sea transparente y buscaran maneras de manipular o encubrir la verdad, como se ha visto en los últimos días. Habrá los que se frustraran que a pesar que cese la violencia no encuentra como sobrevivir y se cansaran de esperar que se abran puertas y oportunidades dentro del país, al igual que paso en los 90s. Habrá los que no son ni de una pandilla ni de la otra que se sentirán excluidos del dialogo. Habrá muchos que por falta de educación civil no comprenden ciertos procesos y acciones del gobierno y se dejaran manipular, especialmente en esta temporada electoral donde todo se convierte en propaganda política. Todavía hay mucho que hacer para abarcar el tema de la corrupción, el cual existe desde mucho antes que las pandillas y que ciertamente es la amenaza mas grande a la seguridad publica.
Esta reflexión es basada en que soy mujer y madre Salvadoreña, nada más. A pesar que mi pasado incluye haber sido migrante, expulsada de mi patria sin opción alguna, y pandillera calmada y actualmente trabajo en el sector académico de salud publica y trabajo social, mi reflexión esta enfocada con los hijos de la patria Salvadoreña en mente y corazón. Fue en los ‘90s que llegue a la conclusión que no había honor en victimizar a nuestra misma gente. Como niños y jóvenes migrantes en Estados Unidos, nos habíamos formado para protegernos de amenazas y discriminación externa. No fue nuestra decisión, ni nuestras acciones que nos llevaron al norte. No hay nada peor que sentirse sin poder ni control en un ambiente extraño y que antagoniza a los migrantes. En aquel entonces la unión tenia sentido, éramos niños y jóvenes Salvadoreños desplazados en un país extranjero. Como salvadoreños nunca imaginamos que las cosas llegarían al punto donde nos convertiríamos en nuestros propios enemigos.
Al finalizar la guerra civil nos encontramos por diferentes razones, muchos desplazados forzosamente por las deportaciones, de regreso en nuestro país. Lo que observe durante estos años pos guerra fue que El Salvador, como una persona abatida a golpes, ensangrentada y tirada al piso por la violencia de la guerra, se encontró con más violencia por parte de los pandilleros regresados de Estados Unidos. A mi pensar no había honor en patear y golpear a alguien que ya estaba abatido, y mucho menos cuando se trataba de nuestra misma gente. Compartí mis ideas con otros, pero para cualquiera que entiende del desarrollo humano, no todos maduran y reflexionan al mismo paso y nivel. Esta fue la razón por la cual yo me calme. Esta es la razón por la cual desempeño la labor que hago ahora. Mi compromiso con mi tierra requiere que trabaje por la paz, a como de lugar, y a pesar de los retos y falta de apoyo, principalmente por los mismos Salvadoreños, sigo firme con la misma convicción, inspirada por el mas supremo héroe y mártir salvadoreño, Monseñor Romero.
Creo que los acontecimientos recientes muestran una madurez colectiva por parte del liderazgo de las pandillas. No significa que antes no existía la intención de frenar la violencia por parte de las pandillas. Ha habido varios intentos por parte de individuos para fomentar la paz a nivel local y a nivel nacional. Todas las huelgas de hambre pacificas dentro de los penales, las marchas sin violencia en las calles, los previos intentos a dialogar con representantes del gobierno a todo nivel, incluso muchos que se dieron a nivel de los penales que si incluyeron disque negociaciones, los previos intentos de dialogar con la sociedad Salvadoreña a través de representantes religiosos y los medios. Todos fueron intentos validos pero carecían de la madurez colectiva, no solo por el lado de los pandilleros si no también del lado institucional. Quiero creer que este es un paso en la dirección correcta.
Ya muchos de los pandilleros tienen hijos que cuestionan cual es su propósito de seguir con esta guerra sin tregua. Algunos ya han sentido en carne propia lo que es perder un hijo, una madre, seres queridos inocentes a la violencia. Ya muchos de los pandilleros, a pesar de los insultos a sus organismos (los traumas causados por el estilo de vida pandilleril y la guerra civil para los que la vivieron, el uso y abuso de drogas y alcohol, la falta de acceso a servicios de salud mental, etc.) sobrepasan los 35 años y con esto han logrado madurar, a nivel individual y de cierta manera a nivel colectivo. Creo que el compromiso detallado en el decreto es una muestra de esa madurez.
Igual como paso en 1992 cuando el país comenzó el proceso de cosechar la paz sobre sangre Salvadoreña, el reto más grande para la sociedad salvadoreña será si son capaces de ya no enfocarse en chivos expiatorios y si podrán reflexionar con seriedad que es lo que tienen que hacer para garantizar un futuro pacifico y digno para cada hija e hijo de la patria. En este aniversario del asesinato de Monseñor Romero, quizás juntos logramos el milagro de cosechar la paz sobre sangre salvadoreña.